Florecen las amapolas: cuiden a sus muchachas


Ahora que las amapolas comienzan a poblarse de hermosos gallitos color anaranjado, me llega a la memoria una inolvidable tradición o creencia de Bonao. Según esa expresión mitológica, el florecimiento de las amapolas anuncia la época en que las jóvenes enamoradas emprenden el vuelo con sus novios para dejar la vida de solteras, es decir, “las muchachas se van con los novios”.
En esos días crece notablemente el vuelo de carpinteros y ciguas sobre las amapolas, cuyo néctar produce un efecto narcótico tan fuerte, que se les ve caer “secas”. Era el tiempo en que los cazadores aprovechaban para hacer su día.
Hay una variedad de amapolas rojas a las cuales se atribuye haberse formado con la sangre derramada por los soldados de Napoleón que murieron en la batalla de Waterloo. Esto se ha extrapolado hasta los soldados que murieron en la primera y segunda guerra mundial, haciendo uso de coronas de amapolas para simbolizar aquel hecho.

Primera novela de Bonao


Aunque no aparece en antología ni comentario alguno sobre la historia de la literatura de Bonao, la primera novela publicada en la Villa de las Hortensias fue “El joven generoso”, de la autoría del escritor y comerciante Chito Hernández.

Las primeras familias que poblaron el Valle del Bonao

Según expresa el profesor Don Oscar Rosario Rosario- Columna Columna: “Don Pedro José Columna (mi tatarabuelo materno), fue el primer Columna, quien llegó al Valle del Bonao desde Santo Domingo y procreó a Lorenzo Columna (mi bisabuelo materno), quien tuvo dos hijas: Juana (mi abuela paterna) y Secundina (mi abuela materna). A éstas dos damas Columna las casaron con dos hermanos Rosario y Rosario: Santiago (mi abuelo paterno) y a Juan Ramón Rosario ( Monguí, mi abuelo materno). Santiago Rosario Alegre (mi bisabuelo paterno) llegó casado al Valle del Yuna (con la prima Cristina Rosario, de Sabana Iglesia), desde Puerto Plata, de origen castellano, engendrando a Santiago Rosario y Rosario (padre de Onofre, mi papá, de mi tío Chiro y de mi tía Idelfonsa Rosario Columna). También tuvo a Juan Ramón Rosario y Rosario (Monguí), genitor de Tía Flora, de Rosa (mi madre), de Soto, de Heró y de Ramón Rosario Columna (cariñosamente el Bronce).
Boyer tomó posesión de Santo Domingo el 9 de febrero de 1822. Don Santiago Rosario Alegre y Don Marcelino Vargas Díaz, compraron los títulos de sus propiedades el 29 de enero y el 5 de febrero de 1822, respectivamente. Mientras que Juan José García Rodríguez y Don Pedro José Columna, el 30 de marzo y el 15 de abril del 1822, después de la ocupación haitiana. La Villa de Bonao tuvo bastante suerte en su generación o plasmación porque el desequilibrio reinante entre la entrega y la toma de posesión de Quisqueya lo permitió, ya que, si el presidente Boyer no iba a permitir bajo ningún concepto las ventas de tierra a hispana, que era el máximo deseo o el obsesivo sueño del pueblo quisqueyano, concomitantemente en el amplio escenario del Universo, junto al epopéyico estampido del trabucazo independizador del cibaeño Ramón Matías Mella y a la enarbolización de la bandera nacional pro el incorregible e indomable héroe-mártir Don Francisco del Rosario Sánchez, en la celebérrima noche del 27 de febrero del 1844 y cristalizándose, en tan inesperado y en tan brillante momento, algunos sueños, segundo coloso de la libertad antillana, el magno e ilustre patricio caribeño, Don Juan Pablo Duarte Díez.”

Tomado de la obra El Bonao Colonial y el Bonao Moderno, de la autoría del Dr. Emilio Muñoz Marte.

Personajes de Bonao


Elpido Robles (Elpidio Jicotea)
Elpidio era la encarnación viviente del hombre calmado, prudente, católico, de esos que silban cuando realizan cualquier actividad.
Era un hombre de baja estatura, pelo crespo y escaso, muy delgado, de piel mulata, ojos pequeños y dulces y una voz que parecía quebrarse como un cristal.
El mote de Jicotea no se debe a la lentitud de sus movimientos, sino más bien a su principal producto de venta: un pan relleno con repollo, tomate, una fina rueda de salami y un picantico, que emulaba las formas de una jicotea o tortuga.
Otros artículos comestibles que expendía Elpidio eran: huevo hervido, leche, arepa, entre otros.
Además de esos artículos, Elpidio vendía bebidas alcohólicas.
Pero lo más resaltante en el negocio de Elpidio era el hecho de que, no sólo era un establecimiento exclusivamente nocturno, sino las facilidades que ofrecía a sus clientes (regularmente serenateros, trasnochadores, borrachos, muchachos recién salidos de las fiestas, prostitutas…). Estas facilidades implicaban que si cualquiera de ellos carecía de dinero para comprar, podía dejar en garantía una correa, un guitarra, una cartera, prendas, zapatos, tenis, cuyo valor era tasado previamente por Elpidio.
Algo curioso es el hecho de que a veces esos artículos no eran requeridos por sus dueños, y cuando ocurría esto con mucha frecuencia, daba lugar a que Elpidio abriera una especie de fleat market o garaje para que las personas interesadas adquirieran productos abandonados a muy buen precio.

Mélido Robles
Este señor era de gran corpulencia y de él se decía que robaba para darle a los pobres. Según la creencia popular, Mélido podía penetrar a cualquier vivienda debido al manejo que tenía de ciertas oraciones ante las cuales cedían todos los candados y llavines.
La verdad es que Mélido era un joven anormal, pero que exhibía una conducta social humanizante.
Tenía como característica principal el desnudarse para penetrar en las viviendas de los amigos o vecinos. Si alguna persona le preguntaba si fue él quien se robó una cuchara, un peine o tal vez diez centavos, él respondía: si, jui yo mimo.
Pedía con mucha facilidad  un chele.
Lo triste de Mélido es que cuando se ponía rebelde o furioso, la familia optaba por encerrarlo en su cuarto, y muchas veces lo vimos amarrado.