Personajes de Bonao


Elpido Robles (Elpidio Jicotea)
Elpidio era la encarnación viviente del hombre calmado, prudente, católico, de esos que silban cuando realizan cualquier actividad.
Era un hombre de baja estatura, pelo crespo y escaso, muy delgado, de piel mulata, ojos pequeños y dulces y una voz que parecía quebrarse como un cristal.
El mote de Jicotea no se debe a la lentitud de sus movimientos, sino más bien a su principal producto de venta: un pan relleno con repollo, tomate, una fina rueda de salami y un picantico, que emulaba las formas de una jicotea o tortuga.
Otros artículos comestibles que expendía Elpidio eran: huevo hervido, leche, arepa, entre otros.
Además de esos artículos, Elpidio vendía bebidas alcohólicas.
Pero lo más resaltante en el negocio de Elpidio era el hecho de que, no sólo era un establecimiento exclusivamente nocturno, sino las facilidades que ofrecía a sus clientes (regularmente serenateros, trasnochadores, borrachos, muchachos recién salidos de las fiestas, prostitutas…). Estas facilidades implicaban que si cualquiera de ellos carecía de dinero para comprar, podía dejar en garantía una correa, un guitarra, una cartera, prendas, zapatos, tenis, cuyo valor era tasado previamente por Elpidio.
Algo curioso es el hecho de que a veces esos artículos no eran requeridos por sus dueños, y cuando ocurría esto con mucha frecuencia, daba lugar a que Elpidio abriera una especie de fleat market o garaje para que las personas interesadas adquirieran productos abandonados a muy buen precio.

Mélido Robles
Este señor era de gran corpulencia y de él se decía que robaba para darle a los pobres. Según la creencia popular, Mélido podía penetrar a cualquier vivienda debido al manejo que tenía de ciertas oraciones ante las cuales cedían todos los candados y llavines.
La verdad es que Mélido era un joven anormal, pero que exhibía una conducta social humanizante.
Tenía como característica principal el desnudarse para penetrar en las viviendas de los amigos o vecinos. Si alguna persona le preguntaba si fue él quien se robó una cuchara, un peine o tal vez diez centavos, él respondía: si, jui yo mimo.
Pedía con mucha facilidad  un chele.
Lo triste de Mélido es que cuando se ponía rebelde o furioso, la familia optaba por encerrarlo en su cuarto, y muchas veces lo vimos amarrado.